Se acercó por detrás y le dijo:
-Me embriaga
tu olor a café cargado, a cigarros y a libros viejos, la forma en que
invocas a los insectos con cada paso que das, pero sobre todo, me arrebata el
sabor a destrucción que te caracteriza.
Ella lo miró, le sonrió, olió su
barba y dijo: -Te idolatro.
Agregó:
- Por favor, muérete pronto-,
cuando le clavó tres veces su aguijón en medio de la garganta.
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