A las 3 de la mañana entiendes que no podrás buscarle en el fin de la memoria, detrás de cada recuerdo oculto, que a su vez esconde a otro, que guarda dentro de sí a uno más, en una espiral sin fin, como si tus recuerdos hubieran sido depositados en una fría matrioska.
Tienes conciencia de la situación, entonces ¿cómo encontrar el camino hacia el olvido? ¿De qué forma evitar que conduzcas mi memoria? ¿cuál es el camino más rápido hacia el verdadero final? ¿Hay un verdadero final?
Una vez planteadas estas preguntas, sabes que realmente lo malo pasará cuando se tengan que rendir cuentas: de las ausencias, los reclamos, los enojos y los daños. Cuando alguien intente recuperar todo el tiempo malgastado en noches frías y lejanas; con atmósferas violeta y círculos de humo; noches de risas fingidas y estrategias nunca ejecutadas; noches de distancia y apatía. Cuando se tenga que buscar otro espacio, uno que no haya sido mancillado, que no pueda ser repetido ni encontrado, que no haya sido desaprovechado, que no te recuerde esta historia. Pero lo peor será cuando tengas que extrañar su sonrisa temporal y espacialmente ausente, sobretodo al anochecer.
Mientras intentas escapar del insomnio, esperas que la madrugada acabe pronto y que marzo no tarde en llegar.
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